Que ricos son a corta edad. Son felices. Se limitan a comer y dormir. Con unos cuantos “regalitos” en forma de pañal que te dejan por el camino. Más adelante les salen dientes afiladísimos y se convierten en desgastadores de objetos. Lo cogen todo y se lo echan a la boca, supongo, para ver a que sabe y la resistencia que tiene. Deberían de poner a niños con dientes incipientes en el departamento de calidad de las empresas. Si un objeto que fabriques aguanta eso, aguanta lo que sea.
Luego la cosa cambia bastante. Cuando consiguen encadenar más de dos palabras seguidas, empiezan a preguntar cosas cada 10 segundos, sin repetir ninguna, lo cual es extremadamente difícil. Los padres se sienten como si estuvieran en un concurso de preguntas y respuestas. Y además, rapidito.
Pero como he dicho ya, que ricos son a corta edad. Y ese es el problema para los padres de ahora, es un reclamo, una trampa. Ven a sus conocidos y familiares con niños pequeños y piensan ¿y por que no? Son tan ricos…Y no se paran a pensar si están preparados, si les van a aportar algo, que va a pasar cuando esos niños tan ricos se hagan mayores y les crezca pelo en otras zonas. No piensan eso, que va. Sólo piensan que son muy ricos. Nuestros padres estaban mejor preparados que nosotros, eran otros tiempos más orientados a tener descendencia. Ahora no, los que rondamos los 30-40 años tenemos pensamientos contradictorios (otra vez, por dios), o nos lo pensamos mucho, o no pensamos nada. No hay término medio como había antes. Y así nos luce el pelo, con niños maleducados pegados a una consola, padres con serios problemas de pareja y parejas indecisas.
Y luego está la palabra ética. La ética es una palabra en desuso, muchos niños no la conocen ni la conocerán. Se ha instaurado en la sociedad el concepto del todo vale, el fin justifica los medios. Y es lo que los niños de ahora aprenden. Vamos jodidos. Hay una frase cómica del gran Groucho Marx que decía: “estos son mis principios, si no te gustan tengo otros” y eso es lo que está pasando, literalmente.
Siento ser tan catastrofista, pero mi experiencia personal es así, sólo conozco a unos padres con niños pequeños meridianamente normales, lo cual es un milagro. El resto de padres que conozco son un autentico desastre, los niños hacen lo que les da la gana desde muy corta edad. Llegas a elegir ir a sus casas de visita aunque vivan en el culo del mundo, con tal de que los niños no entren en tu casa. Porque ocurre una situación que a mi me inflama, según entra el niño por la puerta parece que sus padres les dan licencia para hacer lo que quieran. ¿Qué quieres saltar en el sofá? Pues salta, hijo. ¿Qué quieres jugar con el cochecito por los muebles rayándolos todos? Juega hijo, juega. Y tú mirando con cara de gilipollas. No se te ocurra decirle nada al niño, que los padres saltan como tigres. Cuando era pequeño recuerdo que mis padres me “leían la cartilla” antes de entrar en casa de quien fuera y por la cuenta que me traía lo cumplía a rajatabla. Ahora la consigna es bien distinta “haz lo que quieras, no vaya a ser que te creemos un trauma”. Trauma, que curiosa palabra. Ese trauma ahora lo tenemos los demás. Aunque ya no me callo, antes lo hacía. Si tengo que salir discutiendo, pues así sea, ya me cansé. He llegado a la conclusión ya sabida que el problema no son los niños, son los padres. Los chavales no tienen culpa ninguna, lo cual me alivia, porque a algunos les había cogido manía. Así que no me voy a coartar nunca más, aunque tenga que decirles incómodas verdades. Allá va una: más les valdría haberse comprado un perro.
Existen los padres que no tienen tiempo ni para mear, te dicen siempre que los niños les absorben todo el tiempo, sobretodo cuando son bebés. Me he parado a observar a ese tipo de padres y tienen un problema principalmente: Hacen todo al mismo tiempo. ¿Qué tienen que ir a comprar? Van todos a comprar ¿Qué tienen que hacer la comida al niño? Van todos a hacer la comida y lo que más me ha llamado la atención ¿Qué tienen que cambiar los pañales o bañar al niño? Todos juntitos. Normal que no les dé tiempo para nada, a efectos prácticos es como si hubieran sido padres solteros. No gestionan bien el poco tiempo del que disponen, por lo que claramente no les da tiempo para nada más. Es comprensible al principio, porque estás entusiasmado y no te quieres perder ni un solo momento, pero cuando el tiempo empieza a apremiar, debes repartir las tareas.
Hay unos tipos de padres que los llamo “tecnológicos”. Son aquellos que compran todo tipo de artilugios electrónicos para tener a los hijos enganchados a lo que sea todo el día para que, palabras textuales, “no les den el coñazo”. Les ponen pantallas por duplicado en los coches para que vean sus dibujos preferidos en los viajes de fin de semana (para qué van a disfrutar del paisaje), televisiones con dvd en sus habitaciones, consolas de videojuegos sin límites de tiempo ni de contenido, discos duros con infinitas películas de dibujos e incluso teléfonos móviles de última generación a muy corta edad. Y digo yo: ¿Qué ha sido de los juegos colectivos de siempre? Como el escondite, el churro, el guá, la peonza, el parchís, el burro, la escoba, etc. La pena es que esos niños jamás conocerán estos juegos, porque implica relacionarse con otros, ahora se entretienen en soledad sin interactuar con nadie. Y los padres encantados, por supuesto, con tal de que no les molesten, cualquier cosa es buena. No juegan con ellos, no les ponen límites de ningún tipo (la palabra “trauma” está siempre presente), se creen que para educar a un hijo basta con darles todo lo que quieran. Que equivocados están. Cuando estos niños crezcan y empiecen los problemas “de verdad” más de uno caerá en la cuenta. Pero será demasiado tarde.
Vienen unas generaciones de medio hombres sin objetivos en la vida, creyéndose que las cosas se consiguen sin esfuerzo, cerrados en si mismos, acostumbrados a divertirse solos, sin valores ni metas, sin cultura de ningún tipo, despreciando a todos aquellos que les han dado todo, frustrados y acomplejados. En fin, una maravilla. Para salir corriendo y no parar.
El principal problema es la falta de unión de las parejas, cada uno va por un lado, no son un equipo. Si uno pone un castigo a su hijo el otro se lo levanta sin consultar y punto. Ahí el crío se hace fuerte, porque no son tontos, no lo olvidemos. Saben perfectamente los pasos a seguir para conseguir lo que quieren y lo hacen con una precisión quirúrgica. Y no digamos las parejas que discuten delante del crío. Y si además el motivo es él, la guinda del pastel. Otro motivo por el que los padres de hoy van por mal camino.
Pero no me voy a calentar más con el asunto de los padres de ahora, no merece la pena. Tomaré como ejemplo a mis padres. De pequeño yo era más peligroso que un libanés con dos maletas. No era malo, era travieso. Mi madre solía hacer el ingrato papel de poli mala y mi padre de poli bueno. Los castigos me los ponía ella y cuando llegaba mi padre a casa iba a su encuentro para que me salvara. Y parecemos tontos a esa edad. Mi padre normalmente no se metía en los castigos de mi madre, simplemente intentaba calmar los ánimos, que hubiera paz. Y aún ahora sigue así. Pero ahora se han invertido los papeles, por las experiencias que veo los polis malos son ahora los hombres y las mujeres son las polis buenas, que digo buenas, la madre de Teresa de Calcuta era un bicho a su lado.